Propuesta de Daniel G. Andújar en el marco del proyecto El desempleo tecnológico comisariado por Adonay Bermúdez.
La crisis del covid-19 está acelerando algunos procesos derivados de la globalización y la digitalización puestos en marcha desde hace décadas y que permanecían latentes o con escasa visibilidad. La desestabilización, el aislamiento social con graves limitaciones de movimiento, la hiperconectividad de nuestras vigiladas cápsulas de confort, la suspensión del funcionamiento habitual de las condiciones de vida y de trabajo de muchos y en muchas regiones, son un buen catalizador y acelerante de los procesos de digitalización del postcapitalismo. Uno de los factores más importantes de esa convergencia tiene que ver con el mercado del arte, la cadena de valor y cambios estructurales en el sistema económico global. Más allá de la nueva fiebre del oro que ha generado el reciente boom de la venta de NFTs o tokens no fungibles y la escalada de precios de las cryptomonedas -y aunque sea difícil por el ruido y la complejidad técnica-, podemos vislumbrar que se está buscando rápidamente una forma de transformar las obras de arte digitales y otros objetos de colección en activos únicos pero públicos, verificables y fáciles de comercializar en blockchain. Pese a que el actual sistema es muy ineficiente, extremadamente complejo para el usuario común y ecológicamente costoso por diseño, las NFT pueden estar abriendo un camino que permita a los artistas y creadores digitales una mayor autonomía, permitiendo incorporar las condiciones de su trabajo en su práctica, determinando cómo se muestra, distribuye, comercializa y edita.
0xf5c0656f1e95b7d9e43e683a83deef70e777ad63 pretende distribuir una pieza digital explorando las nuevas condiciones de trabajo y distribución que ofrecen las nuevas plataformas globales de código abierto para aplicaciones descentralizadas. Las condiciones de propiedad predeterminadas se pueden programar en sus propios metadatos abriendo la práctica artística a una economía cooperativa distribuida donde dar un sentido de propiedad distinto para su producción. La propiedad del “objeto” artístico puede cambiarse a formas dinámicas monetizables o permitir la propiedad fraccionada. La pieza digital lleva inserta el código que controla el valor digital, y vigila que funciona tal como se programó el contrato inteligente y a la que se podrá acceder desde cualquier parte del mundo.