La obra de Mar de Dios se presenta como un idioma alejado de las palabras y de los discursos interiorizados.
La muestra se conforma de piezas de cerámica, esculturas y diseños, que dialogan entre sí y no necesitan explicación. Son objetos que tientan la perfección formal, que la atraen y, al mismo tiempo, cambian su representación. Formas que se alejan de lo certero, de lo aprendido y lo esperado y tienden la mano a la diferencia, al accidente y a la belleza de lo innombrable. Presentarse indefinible, ambivalente, podría ser entonces una estrategia para habitar fuera de lo establecido. Una manera con la que esquivar los marcos narrativos o la necesidad de Occidente por racionalizar las incertezas.
Batzuk busca expandir el marco de lo conocido, imaginar otras ficciones y representaciones posibles, e invita a reflexionar sobre otras formas de generar pensamiento. Esto último, se conecta, asimismo, con la posición consciente de Mar de Dios por alinearse con un origen, una genealogía artística, una historia y las manos de quienes la moldearon. Una memoria de lo que históricamente fue desatendido, domesticado. El barro, la cerámica, las artes decorativas; esas mismas que, ahora, parecen reclamar “otro estar en el mundo”. Así, frente a un público sin tiempo para frenar, a modo de gesto radical, la exposición Batzuk invita a estar, desacelerar el cuerpo y a activar otros imaginarios posibles. Gestos silenciosos, pero radicales, que posibilitan desplazar la mirada y entrar en una suspensión del juicio. Una práctica que invita a la ligereza y a distraernos de la conciencia dominante (Ane Lekuona).
Artista: Mar de Dios
Comisaria: Ane Lekuona