De Jueves a Domingo, Dominga Sotomayor, Chile-Holanda, 2012, 94’, VO
En el primer plano de De Jueves a Domingo, Lucía, 10 años, duerme mientras sus padres cargan el maletero de un Mazda 929 con equipaje para unas vacaciones familiares. Eventualmente su padre se acerca para llevarla al coche en brazos, tratando de no interrumpir su sueño. Desde el arranque de la película se nos anuncia que vamos a ser testigos de un despertar. En el último plano, Lucía contempla a los tres miembros de su familia desde lo alto de una roca. Está de espaldas a nosotros, pero logramos intuir en su mirada la nostalgia prematura de quien mira algo quizás por última vez. Entre estos dos planos, profundamente significativos, audaces, de una técnica impecable, transcurren cuatro días. Cuatro días que obligarán a Lucía, protagonista de este viaje de Santiago de Chile al Norte del país, de la infancia a la adolescencia, de la inocencia al desencanto, a enfrentarse al monstruo de los finales que llegan demasiado pronto y que cambiarán su forma de relacionarse con el mundo y consigo misma. Ya desde el título, el debut de la chilena Dominga Sotomayor, ganador del prestigioso Tiger Award de Rotterdam, acota el principio y el final de este rito de iniciación, en el que parte de lo autobiográfico para darle forma a una película tierna pero implacable, que tiene el halo de un recuerdo de verano y respira la melancolía de lo que pudo haber sido y no fue.
El debut de la chilena Dominga Sotomayor, ganador del prestigioso Tiger Award de Rotterdam.