First Cow, Kelly Reichardt, EUA, 2019, 121'
El cuervo quisiera que todo fuese negro; el búho, que todo fuese blanco.
Proverbios del infierno, William Blake.
Seis películas después del inicio de esta retrospectiva dedicada a la directora norteamericana Kelly Reichardt, llegamos a la séptima y última, First Cow. Coincide este final de ciclo en Tabakalera con el estreno de este título en salas comerciales, por lo que para gran parte del público esta película supondrá el descubrimiento de la directora, algo que siempre es de celebrar. Eso sí, también conviene preguntarse qué ha sucedido en estos 27 años de carrera para que nadie en las salas de cine y en las distribuidoras considerara que la directora merecía mucho antes un hueco en la cartelera. “Siempre tarde”, podríamos grabar con una navaja en un trozo de madera antes de lanzarlo al río.
Este texto, por lo tanto, es una despedida. Es también un recuerdo de sus marcas de estilo, que a estas alturas ya podemos considerar como parte de nuestros ojos.
Todo comienza en esta ocasión con una cita del poeta William Blake que apela a la amistad como esencia humana: “The bird a nest, the spider a web, man friendship”. La amistad, el viaje y el paisaje, ahí podría resumirse casi todo. También en la idea de narración con forma de río, que atraviesa tiempos y el curso de la historia.
First Cow recoge algunas de las situaciones y personajes que hemos visto en sus películas previas: una mujer paseando con su perro en un bosque (como en Wendy and Lucy); dos amigos compartiendo recuerdos y sueños a orillas de un río (como en Old Joy); y el choque-cruce de culturas del lejano oeste como origen del relato norteamericano (como en Meek's Cutoff).
Y el sonido. Una de las preguntas que hemos aprendido a hacernos en esta retrospectiva tiene que ver con qué suena al inicio de las películas de Kelly Reichardt. Y esta pregunta es ya para siempre. Porque en esos primeros minutos iniciales se resume muchas veces todo el universo que se desarrolla después en el relato. Uno podría cerrar los ojos en la sala de cine y anticipar: “Pronto va a sonar un tren”. Y el tren suena.
Sobre una guitarra de William Tayler leemos los créditos iniciales y la cita de William Blake. Después, vemos un gran río y un barco atravesando el paisaje. Después, el perro, la chica, los pájaros y un tren sonando a lo lejos. Ya está todo, pueda comenzar la película.
First Cow recupera el imaginario de los pioneros, de cuando en la historia de América del Norte aún estaba todo por escribir. Una vez más Jon Raymond es el autor de la novela (The half-life) en la que se basa el guión y la historia es la siguiente, quizá una de las más directas y sencillas de la filmografía de Reichardt, quizá la más basada en una estructura literaria: Cookie es un cocinero que acompaña a un grupo de cazadores de pieles. King-Lu es un comerciante chino que está huyendo. Ambos se encuentran en las montañas de Oregón. Ambos inician una amistad. Ambos inician un negocio de repostería cocinando buñuelos con la leche de una de las primeras vacas llegadas al continente. Esta es su historia, la que ningún libro de historia recogió nunca.
Ahora, algunos detalles que podemos destacar como esenciales en este título: por un lado, el salto temporal desde el presente a 1820. Una joven y su perro encuentran en 2019 unos huesos humanos cerca de un río y lo que sigue es la historia de esa imagen en forma de flash-back. Un hilo de tiempo que recuerda al de Viaggio in Italia (1954) de Roberto Rossellini, donde el descubrimiento de dos cadáveres en las ruinas de Pompeya funciona como espejo y como disparador de la trama de sus personajes.
Dos: hay un sutil sentido del humor que recorre toda la película y que atraviesa los gestos de Cookie y de King-Lu, como si fueran parte de una película muda donde la velocidad del slapstick da paso a una nueva lentitud. Hay algo en ese miedo infantil de Cookie a caminar solo por el bosque que hace gracia. Y es un gesto nuevo en la obra de Reichardt. Y funciona. Y sirve para ahondar en el humanismo de esos personajes. Cookie habla con la vaca mientras le ordeña y lamenta que en el viaje haya perdido a su familia, como si estuviera charlando con una vieja conocida.
Estamos ante la historia de dos buenas personas que se enfrentan al mundo desde un lugar amable, agradecido, inocente. Vislumbramos la posibilidad de un mundo donde la bondad es posible y donde el gesto de dar las gracias es sincero. Un mundo que quizá existió antes de que el mal y la ambición lo envenenaran todo. Así como en otros títulos de Reichardt el paisaje interior de sus personajes es mucho más complejo, aquí su apuesta tiene que ver con esa inocencia primigenia de sus protagonistas. No es una película psicológica, sino un relato de gestos y de acciones. Un relato de amistad de dos personajes que abandonaron el lugar en el que nacieron (por lo tanto, también un road-movie) para tratar de encontrar su lugar en el mundo.
Ahora solo queda esperar a su nueva película. Durante unos meses del año 2021 convivimos con Reichardt en el cine de Tabakalera. Después el viaje siguió su curso.
Cuando volvamos a cruzarnos sabremos reconocernos. Quizá nos contemos algo sobre lo sucedido entre película y película. Después diremos adiós mientras suena un tren a lo lejos. Y sonreiremos al mirar por el retrovisor antes de seguir el viaje. Y daremos gracias.
First Cow, Kelly Reichardt, EUA, 2019, 121'