La primera jornada, consagrada a la Grecia antigua, contará con la participación de Ana Iriarte, catedrática de Historia antigua en la Universidad del País Vasco UPV/EHU, y de Étienne Helmer, profesor en la Universidad de Puerto Rico (USA).
Del teatro griego como épica reencarnada. Ana Iriarte (Universidad del País Vasco UPV/EHU).
La tragedia ática, desarrollada por poetas como Esquilo, Sófocles y Eurípides, a lo largo del siglo V a.C., procuraba a sus espectadores una percepción al tiempo visual y auditiva de los mitos épicos ancestrales. Desde la genial reflexión de Friedrich Nietzsche sobre El nacimiento de la tragedia, este género literario se reconoció como reivindicador de los aspectos más sombríos de la existencia humana, de esa irracionalidad que el ordenamiento político tiende a reprimir. Sin duda, la exhibición de lo “cívicamente censurable” provocaba en el público la manifiesta respuesta emocional que se conoce –en el lenguaje de Aristóteles– como “catarsis”. Ahora bien, en el espacio teatral, las vivencias pasionales no excluían el ejercicio intelectual: los poetas trágicos retoman una tradición mitológica popularmente conocida para reflexionar sobre la ambigua relación que la nueva ciudad democrática mantiene con el pasado del que ella misma surge y al que pretende superar como sistema político-social radicalmente nuevo. Escuchando a figuras míticas del pasado en el escenario trágico, los atenienses de época clásica se veían a sí mismos.
El cuerpo filósofo de los cínicos antiguos. Étienne Helmer (Universidad de Puerto Rico).
Los cínicos antiguos son conocidos por sus actitudes extravagantes, sus sarcasmos, su completo desdén por las convenciones y su arrogancia. Sin embargo, detenerse a este cliché de actitudes provocantes sería subestimar el punto de inflexión que introdujeron en la filosofía: Diógenes y sus epígonos han transferido el logos del alma hacia el cuerpo, han literalmente “incorporado” la razón, demostrando que el agente filosófico o la instancia filosófica en uno no es tanto el alma sino más bien el cuerpo. ¿Cómo se produjo tal punto de inflexión y qué sentido darle?
En la mayoría de las escuelas filosóficas anteriores a, o contemporáneas con, la corriente cínica, el cuerpo representa un obstáculo potencial para que el alma ejecute bien su función, es decir el pensar. Dichas escuelas proponen varias prácticas ascéticas para que, en vez de ser un obstáculo, el cuerpo le provea auxilio al alma. Sin embargo, dentro de esta configuración, y por más positivo que logre ser, el papel del cuerpo no va más allá de un mero papel instrumental: el alma sigue siendo el lugar de la verdad del sujeto, su foco de significación, es el alma la que filosofa. Diógenes el cínico transforma esta tradición, desplazando el sujeto del filosofar del alma hacia el cuerpo. El cuerpo cesa de estar al servicio de un alma soberana para convertirse en el mismo lugar de la verdad. Es este cuerpo de verdad, este cuerpo filósofo de los cínicos, que atendré mediante las siguientes interrogantes: ¿Cómo piensa este cuerpo? ¿Qué dice y cómo lo dice? Y ¿Qué transformaciones radicales implica para la relación del hombre con el mundo y consigo mismo?
La primera jornada, consagrada a la Grecia antigua, contará con la participación de Ana Iriarte, catedrática de Historia antigua en la Universidad del País Vasco UPV/EHU, y de Étienne Helmer, profesor en la Universidad de Puerto Rico (USA).