Los olvidados

Los olvidados, Luis Buñuel, México, 1950, 88'

Vamos a empezar diciendo que esto es un Buñuel, como quien dice “Esto en un Picasso, esto es un Velázquez, esto es un Goya”. Hablamos de un Buñuel de la etapa mexicana, de cuando el exilio, de cuando estuvo a punto de dejar el cine para siempre tras el fracaso de Gran Casino (1946). Pero tras la caída llegó el ascenso, a veces el cine -y la vida- es así, y tras el éxito en taquilla de El gran calavera (1949), Buñuel pudo volver a rodar por fin una historia de las suyas: oscura, cruda, directa y desbordante de su particular imaginario visual.

Pedro y Jaibo son dos adolescentes de un barrio pobre de la Ciudad de México. Delincuentes de poca monta, salvajes, de esos que salen y entran en correccionales, de esos a los que les brillan los ojos. El cine-quinqui de Jose Antonio de la Loma, Eloy de la Iglesia o del primer Saura aún no se había inventado, pero Buñuel ya lo estaba rodando en 1950. Lo que sí existía era el neorrealismo italiano, del que Buñuel toma esa mirada documental y directa hacia las calles. El resultado es un retrato cruel de la miseria y de la juventud. Tan cruel, que tras su estreno en México, los nacionalistas quisieron expulsar al director del país y la película fue retirada del cine a los cuatro días. Hasta que llegó el festival de Cannes a arreglarlo todo: tras su presentación, Luis Buñuel fue galardonado como mejor director y la prensa francesa redescubrió al genio de Calanda. Y si Francia aplaudía, México no podía quedarse atrás, a veces la vida es así: Los olvidados se reestrenó con gran éxito y estuvo más de dos meses en cartelera.

La película forma parte del archivo “Memoria del mundo” de la Unesco. La película suena atormentada e inquietante con la música de Rodolfo Halffter sobre temas de Gustavo Pittaluga. La película está repleta de gallinas. La película tiene una secuencia de sueño que forma parte ya de la Gran historia del cine. La película da inicio al nuevo curso de La era atómica, nuestro particular repaso a los imaginarios de infancia, adolescencia y juventud en la historia del cine.

Mejor dirección en el Festival de Cannes de 1951.