Medea, Pier Paolo Pasolini, Italia, 1969, 110’
Cuando la gran diva de la ópera Maria Callas estaba ya retirada del mundo lírico, Pasolini la llamó otra vez a escena para protagonizar su particular adaptación de la tragedia de Eurípides. Callas, que había encarnado a la más célebre Medea de la ópera compuesta por Luigi Cherubini (1797), volvía a convertirse en la sacerdotisa de Hécate, hija de Eetes, rey de Cólquida, en su única incursión en el mundo del cine. “Callas habla, no canta”, anunciaron las crónicas de la época.
Pasolini toma como referencia el mito griego, pero se aleja del clasicismo y de la idea de una adaptación fiel. Su versión es mucho más primitiva y bárbara, centrada en mostrar el enfrentamiento entre el mundo mágico e irracional de la maga Medea, y el mundo racional de Jasón, dos culturas incompatibles. La pasión y el erotismo del texto clásico se sustituyen por un tratado sobre la historia de las religiones, sobre el sentido de lo onírico y lo mágico enfrentado a lo racional. Esta oposición entre naturaleza y cultura atraviesa el relato y los paisajes desérticos de Capadocia y Aleppo. El resultado, como no podía suceder de otra manera, es un monumento único, resultado de la unión de dos de los grandes mitos del siglo XX: Pasolini-Callas.
Un film único, resultado de la unión de dos de los grandes mitos del siglo XX: Pasolini-Callas.