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Meek's Cutoff, Kelly Reichardt, EUA, 2010, 104'

Un pañuelo bordado muestra el título de la película y el tiempo en el que sucede la historia: Oregón, año 1845. “El atajo de Meek” hace referencia a uno de los personajes de la película, el guía Stephen Meek, a quien un grupo de pioneros han contratado para que les lleve hasta el prometedor valle de Willamette, un nuevo destino en el que establecerse.

El territorio y el año hacen referencia a ese período de la historia en el que la “Nueva América” estaba aún sin cartografiar, y los mapas y libros sólo recogían valles y montañas sin nombre y relatos de indios nativos defendiendo sus tierras y tradiciones.

Esto en un western con todas las características que puede tener un western dirigido por Kelly Reichardt: minimalista, con atención especial al detalle, lleno de preguntas, filmado en celuloide, entregado al paisaje, y con una protagonista -Emily, otra vez Michelle Williams- a quien acompañamos en el viaje.

Así como en las primeras películas de Reichardt encontrábamos siempre pequeñas derivas en la narración principal, que permitían fugas y destellos varios, esta vez todo está despojado. Tres diligencias en mitad de un paisaje seco y el miedo a estar perdidos. Nada más. Y nada menos.

Esta es una película de supervivencia, sí. Las primeras imágenes muestran al grupo cerca de un río. La naturaleza y los animales vuelven a ser parte fundamental del relato: el agua como bien preciado y los bueyes, caballos y el burro como compañeros de viaje.

Meek representa al prototipo de colono invasor. Meek decide tomar un atajo y pronto se encuentran en mitad de ninguna parte. Meek desprecia a los nativos. Meek cuenta historias de tormentas, ataques de oso, y luchas a muerte sobre las que se asienta la leyenda de los conquistadores del “salvaje oeste”. Meek desprecia aquello que no entiende. Frente a él, -la lucha cultural y humanista siempre ha estado ahí-, el personaje de Emily. Emily prefiere el agua a la sangre. Emily prefiera la confianza a la sospecha. Emily prefiere las preguntas a las imposiciones. Emily observa lo que no conoce y, gracias a su gesto, termina entendiéndolo. Emily, y las demás mujeres de la película, abundan en primeros planos, mientras que la historia épica del “hombre blanco” aparece en planos generales. Medir la distancia a la que filmas a tus personajes es también una manera de escritura explícita, bien lo sabe Kelly Reichardt.

Y cuando todo está a punto de convertirse en polvo, con el grupo perdido a orillas de un lago de agua salada, cuando ni siquiera el descubrimiento de un yacimiento de pepitas de oro puede cambiar su destino (“El oro no se puede beber”), aparece el personaje del indio nativo. Meek opta por cazarlo. Emily impone al grupo el cuidado y la escucha. Emily sabe que si alguien puede ayudarles es ese personaje que habita y conoce el territorio mejor que cualquier manual de pioneros escrito en el idioma inglés de la época. Es cuando la película vuelve a parecerse a una de esas películas de Kelly Reichardt en las que dos personajes se acompañan. El nativo indio hablando en su idioma e invocando al conocimiento ancestral de ese paisaje. Emily hablando primero en su idioma y escuchando después las palabras y gestos del nativo. Hasta entenderle. Hasta obligar al resto de cowboys a cambiar su manera de enfrentarse al mundo.

El cuarto largometraje de Reichardt supone una depuración en su estilo. Como si retratar los orígenes del nacimiento de una nación también supusiera ir a los orígenes del cine: quitar, quitar y quitar, hasta dejar sólo lo básico. Sigue acompañada, eso sí, de los suyos: Jon Raymond en la escritura; Todd Haynes en la producción ejecutiva; y en los agradecimientos nombres de cineastas de los que la directora se siente muy cerca, como Peter Hutton y Peggy Ahwesh. Es precisamente esta directora la que en un texto sobre la película destacaba la peculiar indumentaria de las tres mujeres de la película: vestidos largos de color pastel y tres sombreros que a la vez que les protegen del sol, les impiden ver lo que hay a sus lados. He aquí una de las claves de este título: película que trata de borrar límites y que expande en todas las direcciones la idea de frontera geográfica y personal. Basta, como ya venimos viendo en las películas de Reichardt, con iniciar un viaje y observar con atención, cuidado y curiosidad lo que nos rodea para empezar a comprender.

Como estamos en modo retrospectiva, podemos cerrar afirmando que esta película anticipa dos títulos posteriores de Kelly Reichardt: las historias de las mujeres que atravesaron este territorio inhóspito de Meek's Cutoff son las historias que muchos años después escucharemos en Certain Women (2016). Y el programa doble perfecto para este título se podría completar con su otra película sobre los orígenes de la nación americana, First Cow (2019).

Tenemos ya por lo tanto un mapa del territorio Reichardt: los puntos del paisaje comienzan a relacionarse entre sí. Podemos nombrar valles y montañas. Podemos reconocer los caminos por los que hemos pasado y por los que pasaremos. Y aún queda la mitad del viaje.

 
 

 

 

Descripción Corta

Tercer largometraje de Kelly Reichardt.

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Foco: Kelly Reichardt
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