Graduada por la KASK (Real Academia de Bellas Artes de Gante), su trabajo se consolidó con una serie de dibujos de amapolas, una base visual de Noa Verkeyn, aprehendiendo un espíritu poderoso y colorido para crear una utopía visual. Con este proyecto se captaron flores en su máximo esplendor, pero llevando puesto calzado sucio, sosteniendo palas y mostrando sus raíces sin ningún pudor. La humanización de estas flores sirve para observar la relación entre uno mismo, otra persona y la naturaleza. Estas obras son agradables, divertidas y desbordantes al mismo tiempo. Humanizar la naturaleza como una reflexión, una alegoría sobre nuestra condición humana.
Ese simbolismo sienta las bases de la obra de Verkeyn. En los últimos años, su nuevo conjunto de obras ha incorporado —principalmente— nuevos símbolos, como corazones, copas de cristal y tallos con espinas, creando un lenguaje visual más rico para contar la historia de cómo existir en un mundo donde hay que volver a crear el misticismo.
Tomándose en serio esta técnica del dibujo, Verkeyn entra en una aparentemente nueva tradición dentro de la cultura contemporánea. Una tradición orientada a dotar al dibujo de un mayor nivel de autonomía. Cada vez más artistas están elevando la técnica del dibujo, considerada históricamente como un simple medio hacia la obra final, un boceto, el esbozo de una idea. Esta denominada técnica menor está recibiendo cada vez más reconocimiento. Noa Verkeyn aprovecha así al máximo esta técnica para representar una nueva forma de lenguaje visual.