Las Video-coreografías exploran las condiciones en las que una identidad de grupo emerge de forma espontánea (se construye artificialmente o por imposición). No obstante, el foco de atención se pone aquí justamente sobre aquellas dinámicas colectivas basadas en el movimiento corporal, rítmico y coordinado, mantenido en el tiempo.
En la actualidad, tales dinámicas relacionan transversalmente a sujetos colectivos tales como equipos de deportistas de élite, recolectores tradicionales en grandes latifundios, militares que “hombro-con-hombro” realizan rutinas disciplinarias, operarias en grandes empresas comenzando la jornada con ejercicios obligados de calistenia, entre tantos otros.
Sobre la base de este asunto, las Video-coreografías proponen una serie de ejercicios rítmicos, precisos y repetitivos, e invocan las ideas de un “cuerpo” y un “trance” ambos colectivos. Cada pieza genera una circunstancia en la que se prescinde de toda dicotomía conceptual: lo estratégico se confundirá con lo espontáneo, la medida rígida y calculada con los ritmos azarosos, la resonancia de las danzas populares con el hecho militar.
Por otra parte, las Video-coreografías combinan la técnica de “escritura” ideal del movimiento rítmico, bien sea sobre papel o directamente sobre la pista, con la “escritura” en vídeo de los acontecimientos reales; en otras palabras, se enlaza la coreografía con la videografía, como una forma de abrazar lo contingente mediante lo planificado, e inversamente, lo planificado por medio de las contingencias surgidas durante el proceso. Lo relevante es que ambos modos de escritura se sitúan en un mismo nivel creativo y trabajan conjuntamente para una misma y nueva expresión.
De todas maneras, no se olvida que si la escritura puede ser vista como una técnica para la creatividad y para la memorización de informaciones concretas, es también la técnica empleada para dar órdenes y mandar desde la distancia, para fijar y perpetuar la norma.
Por lo anterior, las Video-coreografías evidencian, además, no solo la norma en el movimiento ejecutado, sino también, y sobre todo, el poder que ejecuta la norma. Mediante esta idea de una latencia de las relaciones de poder en el movimiento de los cuerpos coreografiados, las nociones de “cuerpo” y “trance” colectivos, antes citadas, cobran un nuevo sentido.