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Serie de doce capítulos que indaga el cambio de modelo productivo por el cual la antigua fábrica de tabacos se convirtió en el actual Centro Internacional de Cultura Contemporánea. Al acecho, dos grandes interrogantes: ¿qué necesitamos del pasado cuando se trata de trabajo? y ¿cómo y desde dónde se puede hablar de memoria?

Tabakalera encarna estas y otras muchas cuestiones, sin perjuicio de las cuales ha destinado un pequeño espacio, la Bodega, en el que se expondrá la serie completa a modo de instalación audiovisual, añadiéndose un nuevo capítulo a mediados de cada mes, hasta septiembre de 2016. El proyecto se acompañará con un programa paralelo de actividades públicas.

 

SOBRE EL CAPÍTULO 1

No fue una simple aventura. Tuvimos una historia, una relación de cien años que tan pronto comenzó hizo agua por un sin fin de rincones. Finalmente, se acabó. No obstante aún viene, aún merodea mi casa y me trata como si entre ambos hubiera todavía algo más que agridulces recuerdos. Cambio de ciudad. Cambio de mundo. En vano: me sigue a todas partes. “Le vemos siempre vigilante, como una sombra”, me comenta un grupo de adolescentes que se reúne a la tarde con sus perros en el bar Estrella. “¿Quién es?”, preguntan. Y yo, a sabiendas de que ellos, por ser demasiado jóvenes, no le conocen más que, quizás, de oídas, les digo un tanto despreocupada: “es el siglo XX, que no acaba de dejarme”.

Las relaciones extintas son un mal o un buen sueño de las que un buen día despertamos. Benjamin anhelaba que pudiéramos despertarnos de ese mal sueño que suponía una sociedad encadenada a relaciones de poder y explotación. Criticaba a los surrealistas por hacer del sueño (un sueño social) un goce continuo. Despertarse era sinónimo de emanciparse, liberarse del yugo al que nos sometían el mito y la ideología. Se trataba quizás de abrir los ojos a la luz diurna del intelecto, como Brecht cuando le cantaba al pensamiento nuevo, cuando pedía poder sentir siempre la ilusión de una primera vez (la primera página de un libro, los primeros acordes de una canción, las primeras luces del alba, las primeras ideas de un proyecto). Es curioso que el poeta Cesare Pavese, que escribió atento desde una visión campesina de la existencia, contemplara en cambio el despertar como “un dolor seco”. “Un cadáver es un resto de demasiados despertares”. El poema en cuestión se titula, precisamente, “Fin de Fantasía”.

“No tenemos más que esta virtud: comenzar
cada día la vida -ante la tierra,
bajo un cielo que calla-, esperando un despertar.
Se asombra alguien de que el alba implique tanto esfuerzo;
de despertar en despertar, una labor ha sido efectuada”.

Este primer capítulo aborda algo en lo que el grupo de ex trabajadoras de la fábrica de Tabacos abundó en sus distintos relatos: la entrada, el comienzo del trabajo. En ocasiones, contaban, el sueño les perseguía hasta el momento mismo de ponerse a trabajar. ¿Qué trabajadora no ha vivido una situación similar? Despertarse, echarse a andar, hacer de tu cuerpo la máquina que funciona regularmente, nada de eso es fácil ni inmediato. Y, con todo, operamos con extraordinaria efectividad.

De esto saben desde antiguo los organizadores de sistemas de producción.

Descripción Corta

Este primer capítulo aborda algo en lo que el grupo de ex trabajadoras de la fábrica de Tabacos abundó en sus distintos relatos: la entrada, el comienzo del trabajo.

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