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Our days, absolutely, have to be enlightened (Nuestros días deben estar necesariamente iluminados), Francia, 2012, 22' 

"Hace algunos años fui a presentar uno de mis filmes a la cárcel de Orleans. La experiencia me conmocionó.

En primer lugar, hay que entrar y franquear una tras otra, lentamente, todas las puertas que separan gradualmente al visitante del mundo exterior. El gran pabellón, las hileras de puertas de las celdas, los detenidos y los carceleros que deambulan… Los recuerdos de películas, de libros y también las ideas preconcebidas sobre la cárcel nos impiden descubrirla realmente. A pesar de todo ello, nada nos prepara para la dura sensación que aparece súbitamente cuando se penetra en ella por primera vez.

Después viene el encuentro con los detenidos. Algo salta a la vista en cuanto los vemos: sus maneras de estar, de hablar, de vestirse… Todo nos revela su procedencia. La realidad de ese lumpenproletariado excluido de nuestras sociedades civilizadas toma cuerpo ante nosotros.

Finalmente, el sentimiento de la inutilidad de venir aquí a presentar una película, el sentimiento de una amarga buena conciencia, pero también la convicción de que la creación de algo en prisión es posible si se está allí el tiempo necesario, la necesidad precisamente de volver allí.

Cuando el colectivo Mixar me invitó a crear una obra in situ en Orleans, sólo consideré la prisión como un lugar de intervención evidente. Y rápidamente se impuso el deseo de crear vínculos entre los de dentro y los de fuera, seguido de inmediato por la idea de un concierto dado por los detenidos para un público venido a escucharlos en el exterior: la facilidad del canto como medio de crear vínculos, de compartir, su capacidad de introducirse en nosotros y entre nosotros.

Entrevistada por France 3, una de las detenidas declaró que lo que a ella le gustaba de este proyecto era la posibilidad que les ofrecía de «presentarnos de otro modo que no sea como monstruos». Únicamente voces, lejos de esas imágenes tópicas que todos tenemos de los detenidos: el recluso peligroso que hay que poner al margen de la sociedad o el prisionero víctima de la injusticia de la justicia establecida. Únicamente voces de seres humanos capaces de transmitir emoción, fragilidad, belleza. Gracia.

Yo no estoy de acuerdo con las solemnes declaraciones de intenciones sobre el arte, o mejor, sobre la cultura, como medio de crear lo posible, de compartir, de crear sentido, de hacer la vida más rica… La cultura es siempre, posiblemente, un instrumento de dominación; en el mejor de los casos apenas suaviza los daños. Sin embargo, ahí, en la cárcel, he sentido por primera vez, que haber venido a trabajar con los detenidos tenía un sentido: el del placer. Parece poca cosa que los detenidos hayan disfrutado cantando y dirigiéndose a los que quieren en el exterior, pero en sí ya es mucho.

Precisamente es en esta parte más cercana de lo político donde este proyecto cobra sentido, es en este más acá precisamente donde interviene lo político, lo político como acción concreta. El arte que permite escaparse durante un tiempo de la dureza de lo real, no aquel que se conforma con la denuncia, aunque éste siempre será necesario practicarlo. El arte que se compromete con lo real. Un arte consciente de la vulnerabilidad humana. Un arte que define sus individuos como humanos, no como víctimas. Un arte efímero, pobre, modesto que, antes que nada, nos sitúa en el mundo como seres frágiles.

El concierto tuvo lugar.

Y muy rápidamente experimentamos la necesidad de dejar un vestigio de lo vivido durante la realización de este proyecto. Toda tentativa de archivo, de retransmisión de tales momentos será forzosamente incompleta, siempre carecerá de la fuerza de lo real y del tiempo directo. No obstante, una vez más, hemos querido hacer oír la voz de aquellos que precisamente nos son ocultados y que no son monstruos, hacer oír el canto de estos ausentes que sin embargo son como nosotros. Otra vez, antes de que se vuelva a cerrar, por un tiempo, la brecha entreabierta en el muro de la cárcel de Orleans."

Jean-Gabriel Périot

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Jean-Gabriel Périot: "Hace algunos años fui a presentar uno de mis filmes a la cárcel de Orleans. La experiencia me conmocionó". 

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