'Fajr' tiene un doble significado en árabe: designa al amanecer, y también al 'adhan' —cántico de llamada a la oración— que suena desde las mezquitas justo antes del amanecer. Estos cánticos irrumpen 5 veces al día en las poblaciones musulmanas. Voces que aparecen sobrevolando las kasbahs, los palmerales, las dunas... Como un recordatorio de que, más allá de la vida cotidiana, coexiste una espiritual.
Cuando llegan las palabras del cántico, el ritmo de vida habitual adquiere otra densidad, penetramos en un modo distinto de experimentar el tiempo. Sin duda más introspectivo, un tiempo interior, y por eso más abierto y profundo. El cántico supone así una interrupción, un paréntesis en el fluir cotidiano, y una vez termina, el ritmo habitual se restituye.
El desierto, espacio mítico de retiro espiritual, ha invitado con su vacío de formas y su tiempo suspendido, a multitud de ermitaños y profetas a la soledad. "Hay que ir 40 días al desierto y adelgazar" decía Nietzsche. El desierto transforma, como reacción a su amplitud, desde la condensación en uno mismo. El espacio abierto que te rodea, sin estímulos visuales concretos a que agarrarte - Borges habló del vértigo horizontal que sintió en el desierto - te llevan a sumergirte en ti mismo. Una concentración meditativa que puede llevar al eremita, en última instancia, a un estado de éxtasis espiritual, a una despersonalización: salir de uno mismo para diluirte en el Todo.
Proyección en loop de la pieza 'Fajr' de Lois Patiño. 'Fajr' tiene un doble significado en árabe: designa al amanecer, y también al 'adhan' —cántico de llamada a la oración— que suena desde las mezquitas justo antes del amanecer.