Don’t Look Back, D. A. Pennebaker, EUA, 1967, 96’, VOSE
Es prácticamente imposible hablar de la vida en la carretera sin pensar en Bob Dylan. Su afinidad con la generación beat, la exaltación de la existencia errante de las letras de sus canciones, son sólo algunos de los factores que lo han convertido en el icono contracultural de todas y cada una de las generaciones desde los 60 hasta nuestros días. Su gira por la Inglaterra de 1965 es el material base de este documental, uno de los mayores logros de la historia del llamado cine directo, y uno de los retratos de artista más certeros y valiosos del siglo XX. Pennebaker no pretende radiografiar, psicoanalizar, ni siquiera entender al héroe del folk, lo revolucionario de su postura política y poética es ser consciente de las limitaciones de la cámara (en este caso construída por él mismo, en un gesto más de su práctica artesanal), y es ahí donde más se acerca al alma de este personaje/persona esquivo, complejo e inabarcable; la aceptación de la imposibilidad de capturar a Dylan es lo que le permite a este registro de un pedazo de vida itinerante ser genuinamente película. En ese sentido, Don’t Look Back (que dicho sea de paso bien podría haber sido el título de este ciclo) es la road movie por antonomasia, es la película de carretera pura, que adopta la forma visceral, fragmentaria y desprovista de causalidad del sujeto al que acompaña, que observa a la estrella dentro y fuera del escenario, en presente, en movimiento, viva.
Don’t Look Back es la road movie por antonomasia, es la película de carretera pura, que adopta la forma visceral, fragmentaria y desprovista de causalidad del sujeto al que acompaña: Bob Dylan.