El Sabor de las Cerezas, Abbas Kiarostami, Irán, 1997, 98’, VOSEU
Este verano se cumple un año de la muerte del Maestro Abbas Kiarostami. Resulta difícil referirse a Kiarostami sin llamarlo Maestro, probablemente porque se trata de alguien que inventó una nueva forma de mirar y de crear imágenes.
Los vehículos, entendidos como espacio íntimo, son de una importancia capital en su obra y lo cierto es que la mayoría de sus películas podrían ser consideradas road movies; aunque también sería justo incluir los títulos en los que registra recorridos a pie, como El Viajero (1974) o ¿Dónde Está la Casa de mi Amigo? (1982). Kiarostami se interesa por la itinerancia como búsqueda incesante, y hay en esa búsqueda una dimensión espiritual que se manifiesta en las cosas más sencillas. El Sabor de las Cerezas, ganadora de la Palma de Oro en 1997, presenta una propuesta clara, cristalina: un hombre quiere quitarse la vida, y necesita encontrar a alguien dispuesto a ayudarle. Necesita un cómplice para su propio suicidio. La invitación genera rechazo e incluso horror en sus interlocutores, un insospechado apego a la vida emana de sus reacciones, que en contraposición a la voluntad de Badii, nuestro anti-héroe, de poner fin a su dolor vital, envuelve al filme de una trascendencia profunda. Siendo El Sabor de las Cerezas en gran medida una película hablada, la desafectación formal con la que Kiarostami filma estas conversaciones casi meditativas, aplicando con humildad y determinación la lógica del plano-contraplano, resulta estremecedora. Es como si acercándose a la esencia del cine, terminara por acercarse también a la esencia de la vida.
El Sabor de las Cerezas, ganadora de la Palma de Oro en 1997, presenta una propuesta clara, cristalina: un hombre quiere quitarse la vida, y necesita encontrar a alguien dispuesto a ayudarle.