Chocolat, Claire Denis, Francia-Alemania, 1988, 105'
A France le explicó su padre que el horizonte es una línea que puedes ver pero que no existe. “Tú puedes ver la línea pero, en realidad, no existe” le dijo su padre, oficial francés en el Camerún de los 50. No fue hasta años más tarde que France se dio cuenta de que además de esa línea que divide el cielo y la tierra, su infancia en África había estado marcada por muchas otras líneas divisorias: cameruneses y franceses, negros y blancos, criados y dueños, mujeres y hombres, niños y adultos. Su casa colonial de la infancia también estaba dividida por líneas no dibujadas: mientras su familia, por ejemplo, comía protegida por las paredes, Proteé, el criado, solía ducharse totalmente a la vista. El espacio público y el privado. Quien es mirado y quien mira. El débil y el poderoso. Y atravesando todas estas palabras, el cine de Claire Denis, que con los gestos más pequeños borra y al mismo tiempo hace visibles todas y cada una de esas divisiones. Las miradas, silencios y deseos entre los personajes. Puro cine lleno de secretos de la vida.
Claire Denis dirigió Chocolat, su primer largometraje, en 1988 y, directamente, formó parte de la sección oficial del festival de Cannes. En esta película basada en su propia infancia la directora creó por primera vez imágenes, sudores y pieles que nos han ido acompañando durante la retrospectiva que le hemos dedicado durante estos meses en Tabakalera.
Chocolat acaba con la piel de la pequeña France convertida en mujer: un hombre que la recoge en un camino de Camerún le pedirá que le enseñe su mano para poder ver las líneas de su vida pero France no tiene líneas en su mano izquierda (ni pasado ni futuro). Solo le queda la marca de una herida no del todo curada. Una cicatriz para siempre.
En esta película basada en su propia infancia la directora creó por primera vez imágenes, sudores y pieles que nos han ido acompañando durante la retrospectiva que le hemos dedicado durante estos meses en Tabakalera.