The Quiet One, Sidney Meyers, EUA, 1948, 65', 16mm
Seguimos dialogando con Berenice Abbott, con su época, temas, espacios y ciudades que aparecen en su obra fotográfica. Tal y como explicamos en el primer bimestre, este acercamiento nos va a permitir recuperar tres grandes clásicos de la historia del cine: si el día 1 de enero estrenábamos el año con On the Bowery de Lionel Rogosin (1957), seguimos ahora con una película documental que retrata la vida de un chico afroamericano en el Harlem de finales de los años cuarenta, The Quiet One. La película aparece reseñada en los libros de historia como un clásico del drama documental, con dos nominaciones al Oscar (Mejor Guión y Mejor Documental) y como una de las películas que asentaron las bases del nuevo cine americano.
Meyers era uno de esos directores que entendieron muy pronto que el cine era también una herramienta política de observación y denuncia para los más desfavorecidos. Nacido en el East Harlem, de ascendencia polaca, sus primeros pasos en el cine los dio como montador y como crítico en la prestigiosa revista de izquierdas New Theatre.
Para el rodaje de The Quiet One, Sidney se rodeó de un equipo de amigos y colaboradores de gran prestigio que convirtieron la película en todo un clásico: la producción corrió a cargo de la directora, guionista y productora Janice Loeb; el guión lo escribieron el propio Meyers, Janice Loeb, la fotógrafa Helen Levitt -quizá la más importante e influyente del momento, y que también asumió parte de la dirección de fotografía de la película junto a Richard Bagley (camarógrafo de On the Bowery)-, y el poeta y escritor James Rufus Agee, guionista años después de dos monumentos de la historia del cine: La reina de África (The African Queen, John Huston, 1951) y La noche del cazador (The Night of the Hunter, Charles Laughton, 1955).
El resultado es un acercamiento semidocumental a la vida de un personaje marginal, rechazado por su entorno y encerrado en sí mismo (de ahí el título de la película); y es al mismo tiempo un retrato del barrio y del contexto educativo que rodea al personaje y a esa época concreta de la historia de Estados Unidos. Tal y como sucedía en On The Bowery, tanto la fotografía surgida tras la crisis del 29, como el cine documental de esta época, compartieron interés en el retrato urgente de la realidad social. Con el tiempo, estos documentos se han vuelto fundamentales para entender una época y un país; y al mismo tiempo, para entender también una ética y una estética.
La película aparece reseñada en los libros de historia como un clásico del drama documental, con dos nominaciones al Oscar (Mejor Guión y Mejor Documental) y como una de las películas que asentaron las bases del nuevo cine americano.