Retornar al lugar donde nació el cine para vivir la actualidad en la recuperación del mejor cine de todos los tiempos.
El cine que se regenera
La segunda edición de las Sesiones Lumière en Filmoteca Vasca y con la colaboración del Zinemaldi conecta con los últimos acontecimientos en esa ebullición de amor al cine que cada otoño brinda el Festival Lumière en Lyon, y ofrece una decena de películas representativas de la labor de restauración y redifusión que mantiene el Instituto Lumière. Otra ocasión especial de asomarse a grandes momentos de la historia del cine en las mejores condiciones, y con el máximo respeto a la obra original, siempre con el faro inagotable que encendieron los hermanos Lumière hace un siglo y cuarto.
La historia continúa: si en la pasada edición del Festival Lumière el punto fuerte de las recuperaciones del cine mudo fue el descubrimiento de esa obra maestra hasta ahora desconocida que es En la noche (Dans la nuit, Charles Vanel, 1929), esta segunda temporada de las Sesiones Lumière ofrece una nueva oportunidad de disfrutar el filme tal como fue preestrenado en el Festival de San Sebastián, con la extraordinaria música creada exclusivamente para el filme por Joserra Senperena, que la interpretará en directo al piano durante las proyecciones de Bilbao y Donostia.
El piano será protagonista de otra importante recuperación del cine mudo, la que ha llevado a cabo la Cineteca di Bologna con Las tres edades (Three Ages, Buster Keaton, Eddie Cline, 1924), que por primera vez se puede ver con todos los materiales que se conservan y en una minuciosa restauración en las mejores condiciones posibles. Joserra Senperena aportará en directo la banda sonora en Donostia, mientras que Josetxo Fernández de Ortega Jáuregui lo hará en Bilbao, Vitoria y Pamplona.
Una de las más importantes líneas de trabajo del Lumière se centra en dar nueva visibilidad a la labor de mujeres que en su momento no tuvieron fácil el camino para expresarse como cineastas y sin embargo dejaron una obra que hoy se puede apreciar en toda su dimensión. Si el año pasado fue Ida Lupino, en esta ocasión se podrá ver Pechos eternos (Chibusa yo eien nare, 1955), una de las mejores películas que la cineasta japonesa Kinuyo Tanaka realizó en los años 50.
En el mismo año, 1955, se estrenaban otras dos películas que permiten dar una perspectiva de la enorme creatividad, con matices muy distintos, que el cine brindaba en diversas cinematografías en ese momento. La danesa La palabra (Ordet, Carl Th. Dreyer, 1955) no solo es unánimemente reconocida como una de las mejores y más influyentes películas de la historia del cine, además la pureza de sus imágenes alcanza la máxima expresión del cine en blanco y negro, como Dans la nuit cerró de alguna manera las formas expresivas del cine mudo. En el otro extremo de los modos de producción y de los géneros cinematográficos, el de un cine más popular pero con la misma exigencia artística, el francés Gilles Grangier estilizaba al máximo el drama ‘noir’ con Jean Gabin como gran icono del género en Gasolioa (Gas-oil, 1955): la poética del blanco y negro, las clases populares y el lenguaje de la calle.
Gilles Grangier, con su filmografía amplia, multigenérica y de gran riqueza formal y aventurera, nunca suficientemente valorado, es uno de los redescubrimientos que ha emprendido en años recientes el Instituto Lumière para ahondar en una de las épocas más fructíferas del cine francés, más allá de los maestros siempre reconocidos. Al igual que André Cayatte, cineasta también capaz de conectar con el gran público y siempre con preocupación por el compromiso social y los dilemas morales de la ciudadanía. De Cayatte se proyectará una de sus películas más representativas, Justicia cumplida (Justice est faite, 1950).
El año pasado fue el de la recuperación, por fin, de la obra durante décadas oculta y marginada de otro nombre fundamental del cine francés, Jean Eustache, verdadero adelantado de las formas cinematográficas que en este siglo XXI se van desarrollando con nuevo ímpetu en el cine de autor. Si su obra magna La mamá y la puta (La maman et la putain, 1973) ha sido reconocida como inspiración por muchos cineastas actuales, la menos difundida pero también deslumbrante Mis pequeños amores (Mes petites amoureuses, 1974) permitirá comprobar notables parecidos con la mirada a la juventud de algunos directores de ahora mismo.
Más conexiones: la estrecha relación del Lumière con los directores que hicieron cambiar el rumbo del cine en los años 70, tanto en Estados Unidos como en Europa, y constituyen los fundamentos del cine contemporáneo hasta la actualidad, tendrá su reflejo, por un lado, en la figura de Wim Wenders: si el año pasado se proyectó Alicia en las ciudades (Alice im der Städten, 1974), ahora se completa ese momento clave con la otra película del cineasta alemán que determinó su camino, tan influyente en otros, En el curso del tiempo (Im Lauf der Zeit, 1976). Por otra parte, dos de los cineastas seminales de esa misma época en Estados Unidos estarán representados
por sendas obras fundamentales. En el caso de Martin Scorsese, con la restauración en 4K de su obra maestra Toro salvaje (Raging Bull, 1980). Y de Francis Ford Coppola se mostrará el último montaje de ese organismo vivo en manos de su creador que es Apocalypse Now, Final Cut (Apocalypse Now. Final Cut, 1979-2019), que con su antibelicismo descarnado sigue aludiendo a los tristemente nuevos tiempos de guerra y locura. El cine, una vez más, y siempre, como lectura inagotable del mundo en que vivimos, que nos ilumina universalmente, en la intimidad y en sociedad.
Ricardo Aldarondo