El título de este trabajo proviene de las siguientes palabras de Nick Land: la vida, cualquier proceso terrestre, no deja de ser una detención momentánea del flujo solar. Si el destino de la energía solar es el desperdicio total, la muerte es su único fin, y la vida, la resistencia a ese desperdicio.
A lo largo de la historia del arte encontramos distintas manifestaciones de esta resistencia y hemos creado objetos que tratan de superar la transitoriedad de la materia. La piedra o la cámara fotográfica, por ejemplo, son dispositivos que hemos utilizado para interrumpir ese continuo cambio, o por lo menos, para simular su interrupción. El acto de creación a menudo ha buscado petrificar lo vivo y señalar lo que se ha ido haciendo una marca o condensando un momento específico.
En este momento me pregunto por una forma de trabajar que no busque la creación de objetos duraderos. Esta pregunta ha hecho que mis últimos trabajos transiten del carácter concreto del objeto a la cualidad fenomenológica de la luz. La luz es una forma de radiación inmaterial que inunda un espacio a la vez que depende de este, tiene un carácter ambiental y posibilita que algo se haga visible o que se vuelva invisible. Su cualidad fenoménica me ha llevado a indagar en la inestabilidad de lo visible y a interesarme por la obra de arte como forma eventual y transitoria.