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Escuchando Niño Futuro (Rafael Berrio), Andrés Daniel Sainz, 2019, 45’ 

Rafael Berrio ideó esta película en otro golpe de efecto final y, a todas luces, magistral. Nos convoca de nuevo al viejo ritual de escuchar un disco; un disco entero y de principio a fin (como ya no sabemos o nos hemos olvidado que se escuchaban los discos: de la primera a la última canción). Para ello se vale de otro viejo arte, el del cinematógrafo, pues bien sabía que no hay mejor invento para reaparecer, en una pantalla, en una imagen, una y otra vez… Así era su voluntad, su capricho, su última vanidad: sentar a los amigos en una sala y poner el volumen bien alto. Enfrente solo estaría él. Con su gracia solemne y su encanto fuera de este tiempo nuestro, Berrio se erige en maestro de la ceremonia y director de su propia orquesta invisible. Entremedias sólo la mesa de mezclas, que él usa para tomar unas notas o apuntes finales, suspendidos en el aire ya para siempre. Así mirado, es como si Rafael Berrio regresara en su particular nave espacial. Y es que esta película, con toda su historia detrás y su leve pero contundente puesta en escena, bien podría catalogarse dentro de la ciencia-ficción. Tiene algo de ovni, de objeto no identificado, o al menos diría que pertenece a un género casi inexplorado del territorio cinematográfico. Una película en la que todo se confía a la música y las palabras, pero también al gesto y al rostro. Andrés Daniel Sainz ya había intuido y explorado las posibilidades de Berrio actor en su cortometraje El tercer hombre, su particular revisión de la película de Carol Reed, donde había dirigido al cantante en batín. Quizá por eso Berrio le confió esta nueva suerte final: hacer juntos una película para ese niño futuro que ya daba título al disco de 2019, y al que le son atribuídos todos los dones y defectos del hombre sin atributos. Ese niño futuro es el propio Berrio y somos también todos y cada uno de nosotros, testigos perplejos y agradecidos. Andrés Daniel Sainz lo consagra de nuevo ante la cámara y de paso se consagra él mismo con una película en la que ha sabido estar sin hacerse notar. Sabe sostener la cómica solemnidad del momento en un único plano fijo en el que Berrio despliega su particular arsenal de gestos contenidos y llenos de una gracia sutil, hermanado ya para siempre con Buster Keaton y Jean Cocteau. Una película sin diálogos pero llena de palabras; las palabras más bellas y hermosas, las más dolorosas también. Rafael Berrio había hecho de la muerte uno de sus temas predilectos (junto al vino, los amigos, el amor…) y escuchar ahora cualquiera de sus discos tiene algo de profecía melancólica, aunque esta se difumina rápidamente y se transforma en una auténtica lección de sabiduría vital. 

 

Jonás Trueba

 

 

 

 

 

Descripción Corta

Rafa Berrio escucha su disco Niño futuro

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