Es el cine en continuo diálogo con sus tres tiempos: pasado, presente y futuro.
Así como en nuestras bibliotecas conviven y se confunden en más o menos ordenada armonía alfabética novelas, relatos, poemas, siglos y estilos de la historia de la literatura (Darío, Dickens, Didion, Dinesen, Dostoyevski, Durás, Dylan, Eco…), también en una sala como la de Tabakalera se van alternando y enriqueciendo mutuamente todos los tiempos, duraciones, estilos, sonidos e imágenes posibles de la historia del cine.
Esta composición de películas que se siguen unas a otras genera una historia permanente llena de correspondencias y diálogos entre las imágenes. Como si en una sesión de espiritismo de la Inglaterra Victoriana todos los espíritus se aparecieran al mismo tiempo para contarnos a varias voces qué hay del otro lado: “Luz, más luz”.
Pongamos por lo tanto sobre la mesa una posible teoría en la que el cine y su historia son en realidad una única película continua y sin fin que se proyecta ininterrumpidamente en todas las salas del mundo: un último paseo de Agnès Varda en una playa de Normandía en la que Buster Keaton baila un tango muy lento con Kaurismaki mientras en el horizonte suena la sirena en blanco y negro de un acorazado ruso, por ejemplo.
Es el cine en continuo diálogo con sus tres tiempos: pasado, presente y futuro.
En esta teoría, en su dimensión de “proximidad”, es importante preguntarse por la película precedente y posterior: ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos? En esa cercanía de los libros y de las películas “que se tocan” suceden a veces destellos que ningún libro oficial de historia del cine podrá nunca descubrir. Es cuando el espectador se convierte en montador de su propia historia del cine. En depositario de una experiencia y memoria que va uniendo a su particular manera todas las imágenes y sonidos del mundo.
Tiene también esta teoría una dimensión “lejana”, de futuro. La posibilidad de que en una sala de cine como la nuestra se estén ya proyectando todas las películas que aún no se han filmado. Y vuelvo al grupo espiritista de la Inglaterra Victoriana: Ver cine permite adivinar el futuro del cine. Ese gesto repetido de una mano acercándose a otra (Akerman, Bresson, Cocteau, Denis, Kiarostami, Lacuesta, Martel), volverá a repetirse una y otra vez en las películas que todavía no existen.
Este es el marco en el que presentamos nuestro ciclo de verano: un repaso a esa historia permanente del cine desde los años 20 a los 80 en copias restauradas y recientemente reetrenadas en festivales internacionales.
El programa se conecta directamente con uno de los objetivos clave de los socios de esta pantalla compartida: ofrecer a nuestros públicos la posibilidad de reescribir una y otra vez todas las posibles historias del cine. El Festival de San Sebastián puso en marcha hace dos años su sección de Klasikoak, donde año a año se van presentando las últimas copias restauradas de grandes títulos. Nosferatu sigue repasando autores clave de la historia. Filmoteca Vasca acaba de deleitarnos con las copias restauradas por Cineteca di Bologna del gran Buster Keaton. La escuela EQZE tiene una especialidad íntegramente dedicada a reflexionar sobre el archivo y la memoria. Y desde Tabakalera, en colaboración directa con todos los demás, tratamos de orquestar un diálogo permanente entre ese pasado y el futuro que llega.