Retrospectiva de Alice Rohrwacher compuesta por sus tres largometrajes.
Alice Rohrwacher cuenta que le gusta terminar sus películas con imágenes con las que podría empezar una nueva. “Me gustan las películas donde el final y el comienzo de algún modo son similares porque tienen una energía similar, y es ese momento en el que yo siento que puedo abandonar una historia.”
Historias que llaman a otras historias, como los relatos que dan forma a las tradiciones orales. Es poco sorprendente, por tanto, que Rohrwacher también tenga una idea muy clara sobre los comienzos de sus películas. Los tres largometrajes que hasta ahora ha dirigido empiezan de la misma manera: de noche. La noche es el momento de contar historias. También de las memorias personales. Al tener a su familia repartida entre Italia y Alemania, Rohrwacher recuerda largos viajes nocturnos por carretera durante los cuales ella intentaba imaginar, a través de los sonidos, el paisaje invisible que iban atravesando. Y es desde ahí, desde la imaginación, desde donde la directora quiere establecer el primer vínculo con el espectador.
Vayamos, pues, al comienzo.
Rohrwacher (Fiesole, 1980) estudió griego clásico, Historia de las Religiones, Literatura y Filosofía. Su primera aproximación al cine fue a través del documental, pero enseguida se dio cuenta de que ejercía una violencia al filmar a la gente siendo ellos mismos, viviendo su propia vida. El productor Carlo Cresta-Dina, después de ver un pequeño documental de cuatro minutos de la directora, le animó a escribir su primer largometraje de ficción: Corpo celeste. Ella cuenta que, durante la escritura, había una pregunta que constantemente le rondaba la cabeza: ¿quién dirigirá esto que estoy escribiendo? Cuando entendió que la propuesta consistía en que ella misma dirigiera el largometraje intentó, sin éxito, ser admitida en cualquier escuela de cine del mundo. Corpo celeste se acabaría convirtiendo, por tanto, en un ejercicio arriesgado: rodar un largometraje sin ninguna experiencia ni formación previa.
Pero la experiencia fue un éxito. Tanto que Corpo celeste se estrenó en la Quincena de Realizadores de Cannes en el año 2011. De alguna manera, Cannes se convertirá en la casa de la directora. Fue también allí donde estrenó su segundo largometraje, Le meraviglie, en 2014, y esta vez, además, ganó el Gran Premio de Cannes. Con el reconocimiento del festival de cine más importante del mundo, la carrera de Rohrwacher fue meteórica: en muy pocos años pasó de enfrentarse por primera vez a un rodaje a convertirse en una de las directoras contemporáneas más reconocidas a nivel mundial. Su último largometraje por el momento, Lazzaro Felice, también se estrenó en Cannes, como no podía ser de otra manera, y esta vez Alice Rohrwacher tampoco se fue con las manos vacías: ganó el Premio al mejor guion.
Si tuviéramos que elegir una palabra para definir la filmografía de Rohrwacher, tal vez sería fábula. Sus películas tienen una capacidad única de construir ficciones y sumergir al público en ellas. Un pacto de imaginación al que el espectador se entrega sin resistencia. Sus viajes de ficción se sostienen en una cuidadosa construcción formal: la delicada imagen, siempre en súper 16mm y en manos de la directora de fotografía Hélène Louvart, el cuidadoso tratamiento del sonido, la convivencia de actores profesionales y no profesionales o las localizaciones y decorados. Como las fábulas, por fantasiosas o artificiosas que sean, tras haber arrastrado al espectador hasta el final, las películas de Rohrwacher siempre terminan por confrontarse con la realidad. Como una historia cuyo final se engarza con el comienzo: en su huida del documental a través de las herramientas de la ficción, Rohrwacher nunca deja de interrogar las complejidades de lo real.
3 de julio, sábado, 19:00
Corpo celeste, Alice Rohrwacher, Italia, 2011, 100'
31 de julio, sábado
Le meraviglie, Alice Rohrwacher, Italia, 2014, 110'
28 de agosto, sábado, 19:00
Lazzaro felice, Alice Rohrwacher, Italia, 2018, 125'