19:00, Presentación a cargo de Santos Zunzunegui.
20:00, La grande illusion (La gran ilusión), Jean Renoir, Francia, 1938, 114', DCP, VO FR, Sub. ES
[Obertura: Andante moderato]
Los oficiales De Boïeldieu (Pierre Fresnay), aristócrata y oficial de carrera y Maréchal (Jean Gabin), antiguo mecánico y ahora teniente en el ejército francés son derribados durante una misión de reconocimiento fotográfico tras las líneas enemigas durante la I Guerra Mundial y conducidos a un aeródromo alemán. Allí serán recibidos por el capitán von Rauffenstein (Erich von Stroheim, ¿quizás el aviador responsable de su captura?) que los saludará con extraordinaria cortesía (con un “enchanté” se dirigirá a sus enemigos), y los invitará a compartir con sus oficiales sus magras viandas. Terminada la comida, De Boïeldieu y Maréchal serán conducidos a su destino: un läger para oficiales aliados en el interior de Alemania.
[Halbach: Allegro ma non troppo-Andante maestoso-Allegro assai vivace-Tempo I]
Llegados a su destino los dos oficiales son aposentados en una pequeña “comuna”, un microcosmos en el interior del campo que reúne una variopinta representación de prisioneros franceses: un ingeniero (Gaston Modot), un maestro (Jean Dasté), un actor (Cartier, encarnado por Julien Carette) y el hijo de una acaudalada familia de banqueros judíos (Rosenthal, interpretado por Marcel Dalio). Establecida la rutina diaria esta consistirá durante el día en preparar, con un espectacular atrezzo (sobre todo femenino) que Rosenthal se ha procurado de sus amigos modistos de París, una representación musical que convoca también a los cautivos ingleses. Por las noches, el trabajo es bien distinto: desde hace meses los cuatro oficiales arriba citados se han empeñado en construir un túnel que les permita evadirse. Maréchal y De Boïeldieu se unen al grupo con entusiasmo bajo la premisa que el primer deber de un prisionero es evadirse.
Pocos días antes de la representación llegan las noticias de que en el frente de Verdún las tropas alemanas han ocupado una de las fortificaciones fundamentales del perímetro francés de defensa, Fort Douaumont. La reacción del grupo francés será no desanimarse e invitar a los responsables del Campo al estreno de su vodevil musical.
Llegado el día, la representación se desarrolla ante prisioneros franceses e ingleses y las autoridades alemanes que asisten jocosos a los escarceos que en el escenario bueno de Cartier somete a los soldados ingleses magníficamente travestidos en mujeres. Cuando la representación está llegando a su apogeo una noticia llega a las bambalinas. Entonces Maréchal irrumpe en el escenario dirigiéndose a los asistentes: “Hemos recuperado Douaumont”. Junto a la pequeña orquestina, un oficial inglés vestido de mujer se quita la peluca e interpela a los músicos: “La Marsellesa, por favor” (“The Marselleise, please”). El canto es coreado de forma unánime por los prisioneros que abarrotan el improvisado teatro.
A resultas de este acontecimiento, Maréchal es condenado a cuarenta y cinco días de celda de aislamiento. Solo se apiada de su tortura un soldado alemán que le facilitará tabaco y una armónica para que sobreviva a la soledad.
Cuando retorne con sus compañeros, le espera la noticia de que el túnel está listo. La evasión es inminente. Pero entonces llega una inesperada orden de traslado. Mientras son conducidos fuera del Campo se cruzan con un grupo de prisioneros ingleses que van a ser ahora los nuevos ocupantes. La barrera del idioma impide que Maréchal pueda notificar a los recién llegados la existencia del túnel que han excavado.
[Wintersborn: Andante maestoso-Poco adagio]
Después de un largo peregrinaje por diversos campos y una serie de fallidos intentos de fuga, De Boïeldieu y Maréchal que han sido separados de sus antiguos compañeros llegaran a un nuevo campo, situado en el interior de Alemania, lejos de cualquier frontera neutral y ubicado en un antiguo castillo. Allí tendrán un doble encuentro: su antiguo compañero Rosenthal y el (ahora) comandante von Rauffenstein que ha tenido que dejar el servicio activo a causa de heridas de guerra y ahora dirige el Campo de prisioneros. De inmediato, la relación entre los dos aristócratas, De Boïeldieu y von Rauffenstein, se hará progresivamente más íntima (en palabras de Renoir: “siento que esta amistad entre el alemán y el francés es una especie de historia de amor”). Pero las diferencias acerca de cómo ambos hombres afrontan su futuro se hacen evidentes. Cuando von Rauffenstein asegure que el fin de las hostilidades será también el final de su clase, De Boïeldieu responderá que “ya no somos necesarios”. A lo que el oficial alemán replicará: “¿No cree que es una lástima?”. De Boïeldieu cierra el intercambio con un ambiguo “Quizás”.
Mientras tanto, De Boïeldieu convence a Maréchal y Rosenthal que deben fugarse aprovechando una maniobra suya para llamar la atención de la guarnición. Al no presentarse al recuento nocturno, tras una “serenata” concertada por el conjunto de prisioneros del castillo, descubrirán al oficial francés en lo alto del mismo interpretando con una flauta la canción infantil “Il était un petit navire”. Al ignorar las requisitorias de von Rauffenstein para que cese en su actitud, este se verá obligado a dispararle con la mala fortuna de herirle en el vientre. De Boïeldieu expirará en brazos de su amigo alemán al que intenta reconfortar recordándole que “Alemán o Francés, el deber es el deber”. Mientras tanto, aprovechando la confusión Rosenthal y Maréchal consiguen deslizarse fuera de los muros del castillo.
[La granja de Elsa: Adagio cantabile]
Comienza el incierto y largo periplo de los fugitivos hacia la frontera suiza. Pero entre ellos surgirá una crisis cuando Rosenthal, que se ha herido en una pierna, se ve imposibilitado de continuar. Maréchal deja escapar, entonces su antisemitismo (“Eres un peso muerto… Nunca he podido tragar a los judíos”) para acabar alejándose de su compañero que estalla cantando a voz en grito “Il était un petit navire” (la canción del sacrificio de De Boïeldieu). Maréchal, a su vez, retoma la canción que, poco a poco va muriendo en su boca. Plano de Rosenthal sentado en una piedra apesadumbrado. De pronto, por la derecha del encuadre aparece el abrigo de Maréchal que ayuda a reincorporarse a su amigo para reemprender el camino.
Refugiados en el establo de una granja, son descubiertos por su propietaria (Dita Parlo) que les da refugio y comida. Elsa, ese es su nombre, mostrará a los franceses las fotos de su esposo y sus tres hermanos muertos en las que califica como “nuestras grandes victorias. Mientras Rosenthal se recupera, Maréchal ayuda a la granjera en sus tareas cotidianas y cuida de su pequeña hija Lotte. El amor entre ambos se expresa mediante el intercambio lingüístico: Maréchal aprenderá alemán (“Lotte hat blaue Augen”) y Lotte francés (“le café est prêt”).
Pero llega el momento de la partida. Maréchal promete a Elsa que, tras la guerra, retornará para buscarla. En la puerta, la noche de la separación, Maréchal repite las palabras que dirigió a la pequeña hija de Elsa (“Lotte hat blaue Augen”). Elsa, con lágrimas en los ojos le corrige, una vez más, la pronunciación.
[Finale: Poco allegro] Los dos fugitivos caminan en la nieve. Se detienen al borde de un bosquecillo antes salir al espacio abierto. Maréchal pregunta a Rosenthal que consulta su mapa si está seguro que eso que ven en la lejanía es Suiza. La respuesta es positiva (“No puedes ver una frontera. Son una invención de los hombres. A la naturaleza le importa un bledo”). Una patrulla alemana los avista y se apresta a disparar sobre ellos. Pero el jefe detiene la acción: “No disparéis. Están en Suiza”. El último plano del film muestra a los dos hombres, minúsculas manchas en el campo nevado, caminando hacia la libertad.
Santos Zunzunegui
Los oficiales De Boïeldieu (Pierre Fresnay), aristócrata y oficial de carrera y Maréchal (Jean Gabin), antiguo mecánico y ahora teniente en el ejército francés son derribados durante una misión de reconocimiento fotográfico tras las líneas enemigas.