Esta es una película radical. Radical y compleja. Pero comencemos por el principio. Comencemos por Pascale. Su personaje se llama Muriel Pucheux e interpreta a una joven que trabaja como secretaria en las oficinas de una empresa química. Pascale hace un papel secundario, aunque su aparición y desarrollo es clave en la historia que se plantea.
Las protagonistas son Agnès (Lisa Hérédia) y Florence (Marie Rivière), dos amigas que deciden irse a vivir juntas a las afueras de París, al barrio de Bagnolet. Aquí París ya no es la ciudad del Sena y de los monumentos clásicos; no es la ciudad de los jardines, de los paseos, de los cafés o de la bohemia romántica, no. Todo lo contrario.
Esta es la historia de varias trabajadoras y del abuso y violencia que se ejerce contra ellas. Esto es el retrato de una ciudad y de un sistema de producción totalmente deshumanizado. Existencialismo y alienación de la vida moderna. Acoso sexual en el trabajo. Poderes tratando de seguir ejerciendo su poder sobre las trabajadoras.
Muriel / Pascale cuenta que está casada y que en casa es su marido quien elige qué ver en la tele. Cuenta que a su marido no le gustan las películas, “Porque todo pasa demasiado rápido y a él le cuesta entender esa velocidad”. Cuenta también que a veces su marido le pega.
La película plantea de forma directa y con toda crudeza un catálogo de violencia, miedo y sometimiento: en el hogar, en el trabajo, en la vida, en las relaciones. “Archivar documentos, envejecer, morir. Eso no es vida”, dice una de las trabajadoras. Muriel / Pascale es una de las víctimas. Agnès, en solidaridad con ella, es quien trata de enfrentarse a ese sistema. Pero el sistema responde de forma implacable: esto es la destrucción de una mujer.
La película se filmó en 16mm y está más cerca del espíritu proletario y crítico de ciertos cines de la nueva ola inglesa que de otros títulos que llegaban desde Francia en esa época. Y hoy en día sigue siendo una auténtica rareza, por lo directo y crudo de su planteamiento.
Éric Rohmer aparece de fondo como figura importante, pues fue gracias al apoyo de su productora Les Films de Losange que Brisseau pudo desarrollar su carrera. Brisseau siempre se acordó de él y ambos reivindicaron siempre el amateurismo y el cine directo de sus primeros trabajos.
Ahora el final, lo complejo, la vida. En el año 2000 Jean-Claude Brisseau fue condenado por acoso sexual a tres actrices. Es un dato que no podemos eludir cuando estamos presentando una película cuyo tema es el abuso de poder. Resulta paradójico estar hablando de una obra que es un alegato directo en contra del abuso y a la vez encontrarnos con este capítulo de la biografía del director, sí. Pero aquí quedan escritas las razones y el valor de esta película.
Es el año 1978 y, aunque en papeles pequeños, Pascale se ha presentado ya al mundo del gran cine francés frente a las cámaras de Brisseau y de Rohmer. La joven intérprete va combinando estos trabajos iniciáticos con algunos cortometrajes del underground parisino y con apariciones en televisión y el teatro. Precisamente, en 1979, y bajo la dirección dramática de Rohmer, será la actriz principal de la adaptación para el Teatro Nanterre-Amandiers de la obra Das Käthchen von Heilbronn del escritor alemán Heinrich von Kleist. Después llegará su primer gran papel protagónico junto a su madre, Bulle Ogier, y bajo la dirección de Rivette.
Víctor Iriarte
Foco dedicado a Pascale Ogier.