Pascale Ogier tenía veinte años cuando se puso por primera vez delante de la cámara de Éric Rohmer. Pero no es esta su primera actuación, pues siendo una niña había aparecido brevemente en la película Paulina s'en va (1969), dirigida por André Téchiné y protagonizada por su madre Bulle Ogier.
El cine fue siempre parte del ambiente cotidiano en el que creció Pascale: por un lado, por clara influencia materna, pues Bulle Ogier había pasado a finales de los sesenta del teatro al cine con gran éxito, y era una habitual de las películas de Jacques Rivette, André Téchiné o Alain Tanner. Por otro, porque la pareja de su madre, Barbet Schroeder, era uno de los nombres que marcaron el inicio de la Nueva Ola Francesa. Fundador de la productora Les Films du Losange, su figura es clave para entender la carrera de Rohmer.
De alguna forma, por lo tanto, la joven Pascale parecía destinada a ser, antes o después, una de las figuras del cine francés. Ya fuera por influencia familiar; ya fuera por su gran talento; ya fuera por ese día a día conviviendo con la historia (mayúscula y cotidiana) del cine.
Perceval le Gallois marca el inicio de su carrera. Tiene veinte años, el pelo muy largo, y su papel es aún pequeño. Pascale aparece como parte del coro que acompaña las andanzas del caballero Perceval. No es aún un papel importante, pero ahí está, junto al grupo de actores y actrices que acompañaran a Rohmer en los siguientes años y en títulos importantes de su filmografía (Fabrice Luchini, André Dussollier, Marie Rivière, Arielle Dombasle, Pascale de Boysson, Gérard Falconetti o Marie-Christine Barrault).
Es una maravilla volver a ver hoy en día esta película en su versión restaurada. Rohmer narra en forma de cantar de gesta las aventuras de este caballero inocente que descubre por primera vez el mundo. Todo sucede en un escenario teatral muy näif, como si cada escena fuera una pintura del Quattrocento italiano. Y los actores recitan en verso los encuentros con el Rey Arturo o las batallas de los Caballeros de la Mesa Redonda.
De alguna forma, es una película de cámara: musical, por los coros, instrumentos medievales y canciones que acompañan la acción; y minúscula, por la decisión de rodarla en interiores como de juguete (castillos dorados, árboles de fantasía, vestuario impecable). Excelente fotografía de Nestor Almendros (que al año siguiente ganará el Oscar a la mejor fotografía por Days of Heaven de Terrence Malick). Y excelente el trabajo de decorados, música y vestuario (Jean-Pierre Kohut-Svelko, Guy Robert, Jacques Schmidt).
Pascale acompaña, canta, cuida de los caballos, y espera su turno. Aún falta para que empiece a bailar frente a la cámara, pero es evidente que su figura renacentista va a ser pronto iluminada.
La película recibió el Premio Méliès de la crítica francesa.
Víctor Iriarte
Foco dedicado a Pascale Ogier