Esta instalación especula sobre la infancia de C, la infancia de una inteligencia artificial o de un ser de inteligencia artificial. Impulsado por su deseo de ser artista, transforma los carteles generados por los usuarios en obras de arte creativas. El punto de partida es el estudio de las reacciones del cerebro a los estímulos visuales (en neurociencia llamados "imágenes incongruentes" ) Estas imágenes suelen utilizarse para llamar la atención en publicidad o aparecer en algunas obras del Movimiento Surrealista. C, el ser con inteligencia artificial que nos acompaña en la instalación, está inspirado en la pequeña niña protagonista del cuento de Ricitos de oro. La pequeña C sueña con convertirse en artista y está entrenada para crear imágenes con la ayuda del público de la exposición. La obra utiliza sistemas de inteligencia artificial y software creativo para reflexionar sobre aquellas tecnologías que actualmente se encuentran en sus primeros años de vida y que los usuarios ayudamos a educar. Como todo aprendizaje, la mayor parte de la inteligencia artificial se basa en copiar y repetir patrones anteriores, lo que plantea dudas sobre la perpetuación de estereotipos en los lenguajes de programación. La retórica del carácter "artificial" de las inteligencias artificiales oculta el hecho de que su formación se basa en enormes cantidades de trabajo humano precario y desplazado a través de plataformas online. Al igual que ocurre con las inteligencias humanas, el desarrollo de inteligencias artificiales requiere tareas monótonas, tediosas, infravaloradas e invisibles. Estas obras, tras el velo de la automatización, naturalizan los patrones culturales y los relacionados con la distribución de actividades. Pero el futuro de la inteligencia artificial no está escrito: otros modelos de entrenamiento abren la puerta a otras evoluciones, otras historias de la vida artificial.