Desde la metáfora del "rayo visual" hasta el revólver fotográfico de Pierre Jules César Janssen, la historia de la óptica y la historia de la balística se desarrollaron en paralelo y finalmente se fusionaron en la figura del dron, una cámara capaz de matar.
Declaración curatorial
En 1768, la England's Royal Academy patrocinó una expedición a Tahití, cuya misión era construir un observatorio astronómico, con el fin de observar a Venus deslizándose por la cara del Sol. Se trataba del Tránsito de Venus, un elusivo fenómeno astronómico que solo se produce dos veces cada siglo. El capitán James Cook estaba al mando en un barco llamado HMS Endeavour. Pero el viaje fue una apropiación de tierras disfrazada de expedición científica: Cook llevaba instrucciones secretas de rastrear el Pacífico Sur en busca de un continente, la Terra Australis Incognita, una masa de "tierra del sur" desconocida que resultó no existir. En cambio, el 22 de agosto de 1770 reclamó para Gran Bretaña toda la costa oriental de Australia, bautizándola como Nueva Gales del Sur. En cuanto al Tránsito de Venus, la expedición tuvo menos éxito.
El primer dispositivo capaz de grabar una serie de fotografías secuenciales fue desarrollado por un astrónomo, Pierre Jules César Janssen, con el fin de observar el Tránsito de Venus de 1874. El revólver fotográfico era un enorme sistema de cámara equipado con un mecanismo en forma de cruz, similar al disco de un revólver Colt, capaz de girar en el sentido de las agujas del reloj, tomando 48 exposiciones en 72 segundos en un disco de daguerrotipo. A diferencia de los experimentos anteriores de Eadweard Muybridge, el revólver fotográfico no requería una serie de cámaras separadas. El aparato de Janssen trajo consigo la invención de la cronofotografía, cuando en 1882 Étienne-Jules Marey adaptó y mejoró el dispositivo para convertirlo en un aparato capaz de capturar 12 imágenes por segundo. Aunque el objetivo original de la cronofotografía era ayudar a los científicos a estudiar objetos en movimiento, el nuevo campo se convirtió rápidamente en una industria más amplia. A medida que la astronomía se alejaba por completo del campo de la óptica, adoptando la mayor precisión que ofrecía la física, la cronofotografía dejó de ser una oscura tecnología utilizada para las mediciones astronómicas o los estudios del movimiento y se convirtió en el medio definitorio de la modernidad, en la manifestación más poderosa de la incipiente industria del entretenimiento.
Desde la metáfora del "rayo visual" hasta el revólver fotográfico de Pierre Jules César Janssen, la historia de la óptica y la historia de la balística se desarrollaron en paralelo y finalmente se fusionaron en la figura del dron, una cámara capaz de matar. Pero bajo la égida de esta trayectoria tecnocientífica, y trabajando conjuntamente con ella, se encuentra todo un régimen de visibilidad racializado y de género, que sugiere un proceso ideológico en marcha "que hace que lo que es contingente y local –quizá incluso idiosincrático– en cuestiones de gusto parezca natural y, por tanto, fuera de toda discusión"1. La presente exposición pretende cartografiar la fuerza estructuradora de esta mirada blanca en sus dimensiones concreta y abstracta, tematizando, entre otros hilos, los enredos de la perspectiva aérea con la guerra total y la creación de mundos de muerte; cuestiones de transparencia y opacidad; y lo que el teórico cultural Jonathan Crary denominó "la inversión de la mirada", cuando la pantalla se duplica como dispositivo de vigilancia que observa al espectador que la observa.
1 Meg Armstrong, "The Effects of Blackness": Gender, Race, and the Sublime in the Aesthetic Theories of Burke and Kant, Journal of Aesthetics and Art Criticism, 54. bol., 3. zk. (1996): 213–236. or.
Comisarias/os: Ana Teixeira Pinto y Oier Etxeberria Bereziartua, en colaboración con Germán Labrador.